¿Qué es el Parkinson?
La enfermedad de Parkinson es un trastorno neurodegenerativo complejo y de presentación heterogénea, provocado por una disfunción de los ganglios basales, los cuales son un conjunto de sistemas cerebrales encargados del control de la postura y el movimiento voluntario. Su principal factor es la edad.
¿Quiénes la padecen?
Aproximadamente 15 de cada 100.000 habitantes padecen la enfermedad de Parkinson, ampliando de forma sustancial la prevalencia de la misma a partir de los 60 años. Esta enfermedad supone un reto para la ciencia sanitaria, ya que debido al envejecimiento progresivo de la población provocado por el aumento de la esperanza de vida, cada vez son más los que la sufren.
Se estima que dicha enfermedad es doblemente común en hombres que en mujeres. Se trata de una enfermedad de distribución universal, aunque se sugiere un mayor riesgo en poblaciones hispanas.
¿Cómo se trata?
Aunque aún no se dispone de ningún fármaco que frene la progresión de la enfermedad, existe un amplio abanico terapéutico para el control sintomático en cada una de sus fases, por lo que es importante realizar un diagnóstico preciso, así como un correcto manejo de fármacos que garantice un estado óptimo en los pacientes que la sufren, lo que supondrá una mejora sustancial en su calidad de vida.
A su vez, se recomienda el uso de logopedia y fisioterapia para combatir la rigidez vocal y motora, así como estimulación cognitiva para prevenir y/o combatir posibles demencias.
Principales áreas afectadas
Normalmente, se le atribuye al Parkinson una sintomatología únicamente motora: lentitud de movimientos, temblor de reposo, rigidez, pérdida del tono de voz, dificultad a la hora de articular palabras…
Sin embargo, en las últimas décadas, ha aumentado el reconocimiento de manifestaciones psicológicas como deterioro cognitivo, ansiedad, depresión o miedo a la progresión de la enfermedad.
Cabe destacar la alta probabilidad de padecer demencia en Parkinson, contrayéndola un 83% de los pacientes tras 20 años de enfermedad. La demencia se caracteriza por el deterioro en diferentes dominios cognitivos como son la atención, la función ejecutiva, la memoria y la función visuoespacial, junto con síntomas neuropsiquiátricos como cambios afectivos, alucinaciones (sobre todo visuales) y la apatía.