¿Saben qué es peor que el miedo a decir la verdad? El miedo a descubrirla. Un hecho que se ha podido constatar respecto a la memoria histórica y a las víctimas del franquismo es que la <<verdad>> no es hija de su época, si no de la clase dominante. Resulta complicado poder construir a través del conocimiento el pasado traumático que supuso la guerra civil y la dictadura sin caer en debates ideológicos. Construir la memoria desde la esfera política o mediante anécdotas como foco central del debate es un grave error, ya que se debe construir desde abajo, desde la heterogeneidad de la sociedad civil y yendo de la mano de las reflexiones profundas de los historiadores.
El anteproyecto de la ley de Memoria Democrática que ha preparado el Gobierno de España iba a salir pronto a la luz. Esta ley totalmente necesaria iba a servir por fin como un aliciente para la reparación y el reconocimiento de la memoria de las víctimas, pero parece ser que va a tener que esperar debido a que el PSOE ha decidido por el momento congelar su tramitación. El documento en cuestión aborda temas como el tratamiento que debe tener la memoria y la historia en la educación como elemento vertebrador que explique los episodios de la guerra civil y la dictadura; las políticas públicas sobre los lugares de memoria garantizando que se evite el enaltecimiento y la apología al franquismo, siendo condenado en un informe por la Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa del 17 de marzo de 2006 por crímenes de Derechos Humanos; y la cuestión más importante de todas, la exhumación y la reparación de las víctimas, un problema que no puede esperar más.
En un país democrático, todas las fuerzas políticas apoyarían esta ley. Mejorable en algunos aspectos como por ejemplo, que aún se mantenga la Ley de Amnistía de 1977 para los verdugos o que la Fundación Nacional Francisco Franco almacene archivos históricos que son de dominio público. Pero como España tiene una derecha que no le gusta hablar del pasado, pero sí le gusta hablar de Don Pelayo, el Cid, los Reyes Católicos y la Conquista de América, abordar el pasado traumático de los últimos cien años de manera consensuada supone un gran problema para ellos.
Es necesario saber que memoria e historia no son lo mismo, aunque estén relacionadas, su finalidad es distinta. Como dijo el historiador francés Pierre Nora en 2006 para el periódico “La Nación”: la memoria es subjetiva, envuelta en emociones y vulnerable a manipulación. Por el contrario la historia debe reunir y reconstruir el conjunto de los hechos a través de un análisis crítico. Es por ello por lo que el historiador debe afrontar este reto en un marco común.
Para entender la complejidad del caso español tenemos que irnos al origen y hacer una reflexión comparativa. En primer lugar, los regímenes totalitarios de corte fascista y nazi que existieron en el siglo XX como en Italia y Alemania se desarrollaron de forma muy distinta al de España, ya que estos dos países, en principio, tuvieron un respaldo social: Italia tuvo la marcha de Roma de 1922 y Alemania las elecciones de 1933 (aunque hubo persecuciones, purgas y disidencias). Sin embargo, en España lo que ocurrió fue un golpe de estado militar que acabó derivando en una cruenta guerra civil que dividió por completo a la sociedad durante cuatro años. Después se instauraría una dictadura que se cimentó con la idea de vencedores y vencidos.
En segundo lugar, la derrota de los fascistas y de los nazis concluyó en la II Guerra Mundial tras los juicios de Nuremberg de 1946 y el Tratado de París de 1947. Pero en España el franquismo venció consolidándose durante cuarenta años de dictadura y de represión. Aunque parezca insignificante, cuarenta años de dictadura sirvieron para contaminar las instituciones públicas que hoy hemos heredado creando en una parte de la sociedad adeptos a la ideología franquista. El franquismo nunca fue derrotado, aquellos funcionarios y agentes del orden público que cometieron delitos y crímenes de derechos humanos como detenciones, torturas o sentencias de muerte, tuvieron total impunidad manteniéndose en sus puestos de poder tras la transición y la democracia.
El elemento temporal ha sido el mayor de los problemas: primero porque se perpetuó una idea totalitaria durante la dictadura; segundo, porque en democracia poco se hizo desde las instituciones para abordar nuestro pasado reciente; y tercero, porque el concepto de «memoria histórica» como proceso de búsqueda de la verdad, la justicia, la reparación y los derechos humanos, no llegaría hasta los años noventa en las sociedades occidentales.
Las investigaciones del catedrático en Historia Contemporánea Julián Casanova, ha abordado las particularidades del caso español comparándolo con países que comparten un pasado traumático de dictadura y represión. Muchas sociedades afrontan a día de hoy el reto de memoria y reconciliación: Alemania con la caída del muro de Berlín; los países de la Europa del Este que pertenecieron al bloque soviético; y los países de Latinoamérica como Argentina, Uruguay y Chile con sus dictaduras militares. Esto quiere decir que España no es el único país que intenta reconciliarse con su pasado. Incluso Inglaterra está reconciliándose con su pasado colonial que durante muchos años defendía posicionamientos etno-nacionalistas.
Es interesante la complejidad del problema que presenta Casanova respecto al caso español. Cuando hablamos de dictadura, está la memoria de las víctimas y los verdugos, pero al existir previamente una guerra civil, que en eso España es muy particular en comparación con otros países, nos encontramos con una pluralidad de memorias. Esas memorias y distintos testimonios deben ir acompañadas de profundas reflexiones. La deuda pendiente que tiene España como democracia es reparar y conmemorar a las víctimas del franquismo, prohibiendo cualquier tipo de apología totalitaria. Esto se debe lograr desde las políticas públicas de memoria, que según el historiador se fundamenta en tres pilares: los archivos como fuente documental; los museos como centros de explicación y divulgación; y la educación en las escuelas para que las futuras generaciones tengan conocimiento de su historia reciente.