En la Primera Guerra Mundial los animales tuvieron un papel relevante para la mayoría de los ejércitos europeos realizando diversas tareas. Los caballos y bueyes ejercieron labores como el transporte de tropas, artillería y mercancía. Las palomas fueron herramientas de comunicación entre los cuerpos de infantería y los puestos de mando para evitar intercepciones en las transmisiones electrónicas. Los gatos fueron muy comunes en la Royal Navy para el control de plagas y convivieron por otro lado en las trincheras y los túneles con los soldados para eliminar a las ratas y los ratones que portaban enfermedades e infecciones siendo una de las principales causas de muerte en el campo de batalla. Los canarios y ratones tenían desde el inicio un destino desafortunado para detectar gases en los túneles, aunque esta técnica es muy habitual en las minas.
El papel que desempeñaron los perros en este conflicto a menudo se olvida y su función fue tan importante y plural que, en ocasiones, cabe pensar que se formó una paradoja: los perros actuaban con humanidad mientras que los humanos actuaban como animales. Hay que decir que el uso de los perros en la guerra se remonta desde la antigüedad: los griegos, persas, romanos y egipcios usaban estos animales principalmente como centinelas pero también como armas en el campo de batalla.
Durante la Primera Guerra Mundial el ejército de cada país estaba compuesto por un cuerpo médico y de salvamento que operaba en el frente. La labor de los camilleros consistía en acudir corriendo a recoger y atender a los heridos para llevarlos a los puestos de socorro. Es aquí donde los perros fueron utilizados como piezas fundamentales para localizar a los heridos y ayudarlos. Los defensores de utilizar a los caninos en la guerra justificaban que los humanos podrían aprovechar su inteligencia, sus habilidades sensoriales y sus capacidades para el compañerismo y la cooperación.
El artículo Four-Legged Poilus”: French Army Dogs, Emotional Practices and the Creation of Militarized Human-Dog Bonds, 1871–1918 del historiador británico Christopher Pearson contribuye al creciente interés de los académicos por los animales y la guerra a través del compromiso con la historia de las emociones. Argumenta que el entrenamiento y el cuidado de mascotas eran «prácticas emocionales» que creaban vínculos entre perros y humanos. Los franceses, británicos, belgas y alemanes fueron los primeros en movilizar a los animales ya mencionados al campo de batalla.
El ministro de guerra francés, Alexandre Millerand, aprobó oficialmente el uso de perros en el ejército. Esto llevó al comandante Louis Ernest Maudhuy a crear el Servicio de Perros de Guerra (Service des Chiens de Guerre) en diciembre de 1915 bajo el mando del capitán Malric y Megnin. Previamente a los acontecimientos de la guerra, la Sociedad Nacional de Perros Sanitarios (Societé Nationale du Chien Sanitaire) creado en 1908 para labores de rescate y búsqueda de civiles, pasó a llamarse la Sociedad de Perros de Rescate y Perros de Guerra fusionándose con la anterior sociedad ya nombrada. Obtuvo más legitimidad y estatus en diciembre de 1916, cuando el estado la reconoció como una asociación de «utilidad pública». La raza canina era una característica muy importante para los ejércitos de las Potencias de la Entente y las Potencias Centrales, destacando: el pastor alemán, el ardiale terrier, el schnauzer gigante, el rottweiler y el galgo.
Los franceses fueron los primeros en crear a los perros de rescate, siendo seleccionados y entrenados durante meses para que se acostumbraran al entorno de la guerra para localizar a los soldados heridos. En medio del caos y el horror que suponía la batalla, una de las funciones más importantes de su adiestramiento consistía en ayudar a los humanos que estaban con heridas leves ya que iban equipados con botiquines de primeros auxilios hasta que llegara la ayuda de los médicos. Para los soldados heridos, esta acción la consideraban como una oportunidad de esperanza. También se utilizaban para localizar a las víctimas. Pero la labor más encomiable y admirable es que estaban entrenados también para acompañar a aquellos heridos de gravedad hasta su muerte para que no se sintiesen solos. En este aspecto, la Cruz Roja también entrenó a los perros para su equipo de paramédicos.
Los perros se empleaban en diversas funciones por ser los más populares e inteligentes. Los centinelas, que era una unidad especial que ya se usaba desde la antigüedad, se encargaba de vigilar y alertar si el enemigo estaba cerca. Esta cualidad iría acompañada con la exploración en el que patrullaban el terreno junto a los soldados. Podían oler al enemigo hasta casi mil metros de distancia. El silencio y el sigilo era importante, así que una señal de alerta era erizar la punta de los pelos o poner la cola tiesa indicando que el enemigo estaba cerca.
Otra de las curiosidades que cabe recordar es el momento en el que comienza a usarse las armas químicas en la guerra por primera vez, como fue el gas lacrimógeno en 1914 y el gas mostaza en 1915. Para combatir contra estas armas se implementó las máscaras antigás para los humanos y también para los perros, lo que nos indica la importancia que tenían estas mascotas al ser indispensables.
Al principio comentamos que los ejércitos utilizaban palomas mensajeras para evitar intercepciones o simplemente porque las comunicaciones eran a menudo difíciles y toscas en el frente de batalla. Los perros también fueron usados como mensajeros en rutas confiables debido a que eran rápidos y un objetivo más difícil para los francotiradores. Además, algunos perros eran entrenados para rastrear cables telefónicos entre ubicaciones.
Otra labor que los perros compartieron con los gatos fue el control de plagas de roedores en las trincheras. Las ratas se veían atraídas por la suciedad, la humedad, la comida y los cadáveres que en ocasiones convivían en el mismo entorno de los soldados. Por lo tanto, se entrenó a estos animales para que las condiciones de higiene tuviesen un mínimo de salubridad.
Los perros no solo eran considerados como un soldado más, actuaron también como un consuelo sicológico y era considerado como un amigo que aumentaba la moral y creaba una sensación de hogar. Cuando finalizó la guerra, algunos de estos perros fueron adoptados por los soldados aunque no estaba del todo bien visto debido a que pertenecían al ejército. El teniente Jupin del 32º Regimiento de Infantería francesa, defendió que el carácter y el apego de los perros a los humanos sirvió para mitigar las debilidades emocionales de los soldados franceses. Esta afirmación se puede aplicar a todos los ejércitos.
En la Segunda Guerra Mundial los animales también tuvieron una gran importancia. Tal es así que los británicos crearon en 1943 una condecoración llamada Medalla Dickin para los animales que sobrevivieron y sirvieron durante este conflicto. La idea y el nombre tomado fue gracias a la mujer Maria Dickin, fundadora de People’s Dispensary for Sick Animals (PDSA). La medalla está hecha de bronce con una hoja de laurel alrededor, teniendo inscrito “For Gallantry” y “We Also Serve”. Como curiosidad, no solo los perros destacaron en llevarse esta condecoración, también muchas palomas mensajeras fueron premiadas con esta medalla.
Por último, no podemos olvidar en este artículo al perro más famoso de la Primera Guerra Mundial, como es el Sargento Stubby. Este canino de la raza Boston Terrier perteneció al ejército estadounidense del 102º del Regimiento de Artillería convirtiéndose en un oficial. Es el perro con más condecoraciones ya que sirvió durante 18 meses participando en 4 ofensivas y 17 batallas. Llegó a estar herido en una de sus patas al caerle una granada en 1918, y durante su recuperación en la retaguardia, fue un gran apoyo emocional para los soldados. Al recuperarse continuó con su labor de olfatear explosivos y enemigos. Su hazaña no reside solo en haber ayudado y sobrevivido durante tantas batallas, sino que consiguió capturar a un espía alemán infiltrado debido a que desprendía un olor como el adversario. Este logro hizo que lo condecoraran como sargento, un hecho un tanto polémico ya que según afirman no hay pruebas documentales de sus hazañas. Actualmente se encuentra disecado en el Museo de Arte Americano Smithsonian donde se muestra toda su biografía. Como curiosidad, en 2018 se estrenó una película animada inspirada en este perro llamada: Sgt. Stubby: An American Hero.